viernes, 20 de agosto de 2010

3. EL PROBLEMA EXTRATERRESTRE

Nos ha tocado vivir en una era singular. La generación del siglo XX dio el paso gigantesco que la hizo saltar de la ciencia ficción a la ciencia en acción. Somos los herederos de una era en que la humanidad pudo posar sus pies en la Luna y comenzar la exploración de mundos lejanos. Y en este clima de desarrollo tecnológico interplanetario, el individuo promedio no encuentra difícil creer que quizá seres de otros mundos nos hayan encontrado primero a nosotros después de haber viajado desde distantes galaxias hasta la Tierra.

Es difícil hallar otros temas que sean más fascinantes para el individuo promedio de principio-y-fin-de-siglo como lo son los de la vida extraterrestre y la Ufología, materia que reclama cada vez más espacio entre las disciplinas científicas y que pretende explicar el origen, naturaleza y efectos de los vehículos o entidades voladoras comúnmente llamadas OVNIS, las cuales parecieran estar invadiendo nuestro espacio y tiempo.

Al respecto, la gente se pregunta qué está pasando. ¿Estamos realmente siendo visitados por otras especies inteligentes del espacio exterior? ¿Desde cuándo? ¿Están haciendo contacto ya con nosotros? ¿Nos están usando como conejillos de laboratorio? ¿No se tratará, más bien, de la presencia de ciertas inteligencias transdimensionales? ¿No serán demonios que simplemente quieren engañarnos? ¿No será todo solo un mal entendido o una gran mentira? ¿Qué tiene que ver esto con Dios? ¿Dice la Biblia algo al respecto?

Durante años he leído e investigado ―con la cautela y escepticismo propios de un cristiano bíblico― parte del enorme dossier OVNI, estudiado multitud de aspectos intrigantes de nuestro pasado más remoto así como de las más diversas fronteras del conocimiento, y reflexionado conmigo mismo y con otras personas sobre la probabilidad e implicaciones de que existan civilizaciones extraterrestres avanzadas, capaces de haber superado los enormes obstáculos que implica el salto interestelar y que ahora ya pudieran estar entre nosotros.

Como consecuencia de este trabajo de investigación, he llegado a unas conclusiones que me conducen a pensar que cierta parte del fenómeno OVNI y otros fenómenos enigmáticos del pasado y del presente son, efectivamente, fruto de nuestra interrelación con entidades procedentes tanto de otros mundos como de otros planos de la realidad, cuya conducta, propósitos y evanescencia resultan poco claros para el individuo promedio.

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